Pienso que hay dos razones para que me guste el cine independiente de bajo presupuesto cuando la mayoría de las personas huyen de él: la primera es que me recuerda que el cine es más accesible de lo que parece, es decir, que no solamente las superestrellas y pueden producirlo, dirigirlo y actuarlo; en segundo lugar, me pone a pensar en que esa es la esencia del cine, el que se hace con las uñas, con más pasión que presupuesto, y que la historia y el conocimiento técnico valen más que todo un aparato de márquetin.
«Las cinéphilas» y «Amateur», que las vi en una tranquila tarde, son dos producciones que son eso que apunté en el párrafo anterior y también hablan de ello.
En «Las cinéphilas» se nos cuenta la historia de unas mujeres jubiladas que se dedican a ver películas por las tardes, recorren las calles de Uruguay, Argentina y España para encontrar historias que las hagan sentir vivas. Una de ellas afirma que no es espectadora, porque los espectadores no se comprometen con las películas, ellas sí; las piensan, las deconstruyen y llegan a conclusiones sobre ellas.

Cuando se piensa en la vida de un jubilado surgen muchas preguntas, sobre todo, ¿qué hacer en esa etapa de la vida que puede ser tan dura para muchos? Pues ver películas, pero no solo por pasar el rato, sino que ese sea una especie de sentido que cobra la vida a partir de lo que muchos podrían considerar una frivolidad, pero el cine nunca ha sido ni será una frivolidad, porque es quizá la manera más didáctica de filosofar y pensar la vida. ¿Para quién está escrito el cine? La única variable probablemente determinante es que está escrito para aquellos que les gusta pensar la vida.
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Quizá las personas como ellas son el público menos esperado, aunque esa idea no tenga ningún tipo de fundamento, pero terminan siendo el mejor público que cualquier equipo artístico pueda tener.
En «Amateur» de igual manera se propone la idea del cine desde sus rincones más sencillos, pero esta vez desde el punto de vista de la producción. Esas ganas de hacer cine sin esperar (pero auténticamente) que este le devuelva nada. El cine no es el medio para hacer dinero o conseguir fama, entonces. No se espera que todas las personas actúen así, porque al fin y al cabo la ley de oferta y demanda es la que ha permitido que veamos verdaderas maravillas en las salas de cine. Pero de todas maneras se valora que haya personas que lo hacen solo porque sí, Jorge Mario quiere hacer un western y ya, no espera más.
Son historias, además, de una humanidad verdadera y auténtica, la única que es posible concebir desde el arte. Ese acercamiento tan noble hacia el cine, me ha dejado con una sonrisa en la boca y mucha esperanza en el corazón. De buena gana invitaría a un café a las señoras cinéfilas o al dentista que quiere hacer un western.
Josué R. Álvarez
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