El poeta mexicano Luis Lugo ofrece en «Restaurante bar familiar» una obra que mezcla lo familiar, lo cotidiano y el arte pop. «Restaurante», la primera parte del poemario de 2019 funciona como un ancla ambientadora. Se elabora un discurso sobre diferentes elementos que componen el entorno de un bar/restaurante, que van desde el aleteo de una mosca hasta la confrontación existencial que implica ponerse un uniforme de KFC. Se pone atención a los estereotipos y humanidades que confluyen quizá en las observaciones quizá en las conversaciones que se dan en estos espacios.

En la segunda parte, «Área de juegos para niños», Lugo propone dos jugadas estéticas. La primera de ellas es que el impacto visual que tienen los poemarios es como el área de juegos para niños: desordenada. Los márgenes, los espacios y los versos se posicionan de tal manera que pareciera que un niño los hubiese dejado allí nada más, pero sin perder la armonía. La segunda es la propuesta semántica, que tiene que ver con juegos, elementos de la cultura popular y realidades vistas desde las perspectivas de los niños.

«Bar», la tercera parte, revela lo que es probablemente, la esencia del texto de Lugo. Está lleno de referencias al arte y a la cultura pop, principalmente de la de Andy Warhol. En una figura de pensamiento exquisita, trata a Andy Warhol de impostor, por lo que cualquiera que pretenda ser Andy, será impostor y Warhol a la vez.

A lo largo del texto va sumando referencias a la cultura popular, Mickey, Michael Jackson, Marilyn Monroe, Chagall, incluso, Vietnam. Sí, porque los eventos bélicos se convierten, después de todo, en un producto de mercado, del mismo modo los estereotipos y hasta los prejuicios.

No quisiera afirmar que es la parte más personal del poemario, porque una película puede serlo, pero en el sentido más tradicional de la expresión, «Familiar», sí lo es. Lugo no abandona en esta sección las referencias populares, verbigracia el poema «Divorcio»: «Hay dos cables: uno azul y uno rojo. / En las películas / el héroe siempre sabe / qué cable debe cortar / para que nadie salga herido» (pág. 64).

Por otra parte, la sección «Familiares» funciona como una segunda parte de «Bar», con más referencias pop, pero a la vez más personales, como la ausencia del padre, que no construye alas. En atención a la tradición poética, se refiere a la mitología griega, particularmente a Ícaro, y hace una de las afirmaciones líricas más dolorosas que tal vez compartimos todos: «Tengo una postura errónea: /dolores en la espalda / no tengo alas / pero cargo su vuelo» (págs. 80-81).

Considero que este poemario es una especie de confesión de algunas realidades que no siempre sabemos decir, pero ambientadas (quizá como un distractor, parecido a la vida real), con mucha fantasía pop.  El terreno se va preparando para la crudeza. Pienso que este libro bien podría tratarse de nuestras almas rotas, sobre una alfombra con el castillo de Disney y una Coca Cola a medio beber a su lado.

Josué R. Álvarez

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