Con «Descalza en Tegucigalpa» Thiara Marcell Flores obtuvo el primer Premio Universitario de Poesía Amanda Castro (Universidad Nacional Autónoma de Honduras), y ha sido recientemente publicado, siendo esta la ópera prima de la escritora capitalina.

Los versos de «Descalza en Tegucigalpa» podrían evocar esa exploración propia de la juventud, casi rozando la adolescencia, no en un sentido peyorativo, sino pensándola como un estado de constante transición física, humana, social, espiritual y artística.

En ese orden de ideas, hay cierta exploración semántica de las fronteras: «No sé si podré resbalarme / en ese agujero. // No sé si podré traspasar la luz de esta ventana» (pág. 15), también se encuentra esta idea en «Abriendo las alas a destiempo»: «Traspaso la compuerta / de mis dibujos transparentes (pág. 30). O bien en «Dimensión abstracta»: «Saludo a mi otro yo, / con las pupilas enraizadas // Mis amigos conocen / su propio portal» (pág. 31). Nótense los vocablos: traspasar, traspaso, compuerta, portal.

En el poemario se piensa en el paso de un estado a otro, lo que inevitablemente desembocará en un cuestionamiento sobre la esencia de lo que se es. Hay, al mismo tiempo, una constante preocupación (en el sentido más ligero de la palabra) por el quehacer poético, y probablemente los versos de «Olvidé cómo escribir poesía» lo reflejan con bastante claridad: «¿Y qué si ya olvidé cómo escribir poesía? No sé ni qué hora es, aunque creo que siempre fui poesía, pero no la quiero entender» (pág. 35). También se afirma en otro de los poemas que: «La poesía no fue una visita, se quedó merodeando en el corredizo de mi casa» (pág. 25).

En «Yo soy», el último de los poemas, se recurre en el tema: «Yo soy una mujer que ama mucho y que escribe poesía aunque no quiera hacerlo […] Yo soy una mujer que ama mucho, y te pido disculpas si te he transformado en poesía» (pág. 65). Nótese que el sustantivo mujer, refiere cierta adultez, en contraposición a los sustantivos más pueriles de los primeros poemas: «niño», «niña», «crecí».

Luego hay otros poemas que se podrían categorizar como «juguetones», menos profundos tal vez, que transmiten cierta dulzura, como «Maullarte», «Conversaciones», «Rugir en silencio», «Énfasis sutil», entre otros. Comparten también la brevedad y, digamos que, descansan de emotividad y reflexión la lectura. Son poemas que probablemente no tienen otra pretensión más que el placer estético porque sí, el juego inteligente de la palabra o incluso el ejercicio de escritura. Son poemas capaces de transmitir imágenes alegres, agradables y dulces.

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Y, por último, hay un segmento del poemario que trasciende de lo personal a lo íntimo (que desde este punto de vista son dos categorías distintas), o por lo menos a lo explícitamente íntimo, porque es posible que muchos de los poemas aquí referidos tengan una carga muy íntima, pero que no se delaten. Estos versos están dedicados casi exclusivamente a la figura materna: «Mi mamá está envuelta / en sus sábanas delgadas, / yo sólo la observo / estrujar su tristeza en silencios /pausados» (pág. 42). Esta relación se vuelve a referir en «Mi madre», «Soy invisible», entre otros. En «Diego» también se trasciende lo personal, incluso podría pensarse en una poesía testimonial.

En conclusión, la poética propuesta por Flores en «Descalza en Tegucigalpa» se compone de exploraciones personales, incluso íntimas, en las que se emprende, primero una búsqueda de otras instancias, es decir, de un «nuevo ser» (crecer) que se advierte contaminado (en el mejor de los sentidos) por un quehacer poético. A pesar de que el conjunto de poemas que remiten a

una búsqueda poética sería difícil considerarlos un manifiesto poético personal o un arte poético, sí se entremezcla lo que se es (el ser) con lo que se hace (la poesía). Y segundo, una propuesta sostenida en la palabra en sí misma, más allá de todo discurso con pretensiones de profundidad.

Este poemario puede que a más de alguno le haga recordar que la poesía o es una forma de vida o no es nada, que aunque suene radical, es necesario decir que lo radical, a diferencia de lo exagerado, no es una mentira.

Josué R. Álvarez

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