«Adiós muchachas» (2021) de Juan José Bueso es una colección de cuentos, que nos presenta casi una decena de historias independientes, pero que juegan a referenciarse entre sí, y hasta podría el lector completar una historia más amplia al pensarlas como una sola. De hecho, la historia que le da nombre al libro funciona como un punto de encuentro de cada uno de los relatos propuestos. Lo curioso es que, esta es quizá la historia que más se diferencia de las demás, por la temática e incluso el lenguaje narrativo.
Todas las historias suceden en la ciudad ficticia de San Violencia o por lo menos tienen una relación con ella, esta ciudad es una clara referencia a San Pedro Sula y, como el mismo autor afirma, a la mala fama que tiene la tranquilidad de esta ciudad.
Es notorio el esfuerzo del autor por romper con la linealidad y la monotonía en la voz narrativa. Los cuentos tienen cambios tanto de narrador, como de punto de vista. Hay dos relatos que podrían considerarse como una especial apuesta por la novedad al contar: «En nadie olvida nunca a una chica Almodóvar» el narrador propone el cuento como si fuera una escena, en consonancia con el nombre del cuento y la historia: «Suena de fondo Mengele y el amor de Klaus & Kinski. La cámara se acerca poco a poco a don Ricardo, que lee el periódico mientras le lustran los zapatos. Está en el parque central de San Violencia» (pág. 49).

También en «Vos no podés luchar contra Dios», hay una conciencia del narrador en primera persona de un supuesto narrador omnisciente, es decir, se sabe el personaje de una historia: «Era una noche calurosa de San Violencia, pero un narrador omnisciente había colocado nubes negras en el horizonte» (pág. 70). Y repite esta fórmula en otros momentos: «El narrador omnisciente sintió orgullo con la escena, supongo. Ahora puedo imaginarlo escribiéndola» (pág. 76). Aquí también hay una consonancia con la temática de la historia, tal vez no se puede luchar contra Dios como no se puede luchar contra un narrador que todo lo sabe.
Otra de las características que se pueden identificar en estos relatos es que desde la narración se opta por el diálogo clásico, es decir, los personajes hablan, no es el narrador quien expresa lo que sucede dentro de ellos, sino que sale de su propia voz.
Uno de los elementos que también aporta a los cuentos son las constantes referencias musicales, en la búsqueda tal vez de la configuración de varias cosas a la vez: personajes, ambiente y hasta algún guiño que podrían proporcionar las canciones a la estructura de la historia.
En cuanto a las temáticas, esta es una colección que aboga por la unidad. Se reflexiona sobre el amor a través de las rupturas de las relaciones. Los personajes se conmueven, extrañan, vuelven, rompen definitivamente y en algunos casos se enamoran nuevamente. Se percibe una intención de hablar con realismo sobre el amor, y en ese contexto se plantea la pregunta: ¿el amor es acaso sexo?, ¿dependencia?, ¿el repello de las debilidades humanas?, ¿intercambio de conveniencias?, ¿o es acaso siempre una última esperanza? Como colaterales aparecen los temas como las redes sociales, la violencia o la discriminación.
Hay una evidente decadencia física, emocional y social en los personajes y hay tanta insistencia en la ciudad que podría sugerirnos esto, que las personas, en este caso los personajes, son reflejo de las ciudades que habitan.
Considero que, de las piezas propuestas, Haruki es la mejor lograda o la que al menos desde mis criterios subjetivos mejor puerto encontró. Además, en ella se encuentra un curiosísimo y divertido método gatuno para curar el desamor, que se encuentra en la página 96 del libro que hoy nos ocupa y que se transcribe aquí, quizá abusando de la extensión de la cita:
- Desapego: no la busques, no le escribas, no le lances indirectas, no dejes rastros de que la estuviste espiando en ninguna red social o afuera de su apartamento, ups.
- Sé suave y salvaje: muéstrate siempre calmado y sereno en lugar de deprimido y triste, pero despabílate de cuando en cuando bailando un buen mambo.
- No seas un samurái si en tu cuerpo no es posible, pero tampoco te resignes a ser un luchador de sumo. Ejercítate, aunque recuerda que los gatos no dejan de disfrutar de los manjares de la vida.
- Duerme tanto como puedas: dormido evitarás hacer estupideces como romperle los vidrios del carro a su nuevo novio, ups.
- Busca el placer, evita el sufrimiento: los gatos son los mejores maestros en esto.
- Lámete, acicálate: quiérete y mantente siempre limpio.
- Ante los demás, siéntete digno como un dios, pero fíngete humilde como su más ambiguo servidor.
- Trabaja en tu sensualidad: tus gestos tu lírica, tu flow, tu postura.
- Desarrolla la intuición: aprende a descifrar los gestos de los demás, alguien podría quererte y no te has dado cuenta.
- Vuelve todo lo anterior una rutina.
Esta pequeña pieza de diez puntos bien podría rondar internet por sí sola, medio en broma medio en serio, y regalar un par de sonrisas a la vez que una merecida reflexión. Además, sintetiza muy bien las intenciones discursivas de este texto.
Josué R. Álvarez
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