En algunas ocasiones, sobre todo en el español de Honduras hablado por personas muy mayores, es común escuchar la conmutación del verbo «saber» por el verbo «soler». «Ella no sabe venir a esta casa» por «ella no suele venir a esta casa». El Diccionario de la Lengua Española no marca ninguna equivalencia, ni siquiera un parosemantismo entre ellas. En otras palabras, no hay proximidad de significado.
Si se analiza el verbo soler, que funciona indefectiblemente como un verbo auxiliar, encontraremos que lo que le aporta al verbo auxiliado es un valor aspectual que tiene que ver con la frecuencia. Por ejemplo, en las oraciones «los martes suelen ser aburridos», «ella suele comer tortillas de maíz, en lugar de tortillas de trigo» hay una acción que se repite y que genera costumbre. Entonces, ¿de dónde sale el valor aspectual de «saber»? Porque para que un verbo sea conmutado por otro es necesario que exista al menos alguna proximidad de significados.
La respuesta quizá esté en uno de sus argumentos: el Complemento Directo. Cuando el CD es una acción concreta y no una labor intelectual, podría convertirse en una acción repetitiva. De hecho, uno de los significados de «saber» se permuta por «habilidad». «Mi abuela sabía cantar», «Marcos sabe tocar la guitarra», «Alí sabrá bailar cuando termine el curso». Es decir, son habilidades, que si bien no están indicando frecuencia sí una constancia en el saber. Los saberes no suelen ser intermitentes, sino continuos, lo que se acerca a los valores que aporta «soler». Es quizá el punto en el que más se acercan estos significados.

Otro valor distinto que tiene «saber» es el que se usa en la prensa deportiva: «Vida ya sabe lo que es ganar en México», refiriéndose a que es una experiencia que tiene. En este caso viene de una de las acepciones de «conocer», que quizá el principal sinónimo de «saber».
Josué R. Álvarez