La película finlandesa de 2023 dirigida por Aki Kaurismaki es una vuelta de tuerca más a lo que conocemos como comedia romántica, ¡y vaya que es necesaria! Como es natural tenemos a dos personajes que son los potenciales enamorados, pero la manera en que están caracterizados y el ambiente en que se mueven pone en perspectiva lo que nos hemos acostumbrado a ver como amor en la pantalla.
A ella la conocemos en la historia como empleada de un supermercado del que es despedida por «robarse» algunos productos vencidos, productos que ella misma se encargaba de desechar. En un distanciamiento a la típica escena en la que todos acuerpan a un acusado injustamente, las compañeras de trabajo intentan apoyarla, pero no sale como ellas y el ojo acostumbrado a lo mismo esperan. Luego consigue otro empleo, quizá peor, que pierde; hasta que se agencia uno más o menos decente. Vive en un lugar austero producto de sus limitadas posibilidades económicas.
A él lo conocemos como obrero de una metalúrgica, empleo que pierde, así como el resto de los que consigue, por culpa del alcohol. Y es que su problema con la bebida es realmente grave, lo hace en todo momento.
Ellos coinciden primero un par de veces por casualidad, luego tal vez por causalidades y por último se buscan. Tienen una cena de pobres, en contraposición a las siempre elegantes cenas a las que las pantallas nos tienen acostumbrados. Y tienen en ese momento la revelación del inconveniente que les impedirá estar juntos, que más realista no podría ser. A propósito de cenas caras, nunca nos cuestionamos si los personajes prototípicos que hacen una cena romántica prototípica podrían pagarla, y aunque no es posible que haya algún grado de realismo en muchas películas, aquí esa realidad se la agarra de frente y por los cuernos.
Se habrá notado que no he mencionado los nombres de los personajes, pero es que en la historia es lo menos importante, ella apenas logra conocer su apellido cuando lo busca en el hospital. Es posible que se juegue con el (casi) anonimato de este par de personajes, porque así son las historias que no suelen llegar a las pantallas, y que por eso justamente es que es, a estas alturas del cine, necesario hacerlo.
Hay otras escenas que buscan un distanciamiento con lo característico en las películas románticas, como cuando «se despiden» en el transporte público. Ya Campanela había trabajado con maestría la vuelta de tuerca extra a escenas de este tipo en «El secreto de sus ojos».
«Hojas de otoño» es la historia de un par de jodidos (perdón la expresión), con defectos reales, con empleos reales, con problemas sociales reales (incluido el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania) y con relaciones sociales reales, que andan buscando amar y ser amados. Y creo que el cuadro final representa muy bien el afán de la puesta en escena.
Cualquier análisis discursivo de la película nos dará como resultado que se aleja de la victimización, lo que sería fácil de construir. Ella se impone a lo que no le gusta, pero no parece una fórmula de políticamente correcto. No se intenta hacer una denuncia social o crear un camino de redención para él, como se podría analizar en «La gata sobre el tejado de zinc caliente», solamente para dar un ejemplo.
Vemos también a personajes bailando con la depresión, pero es esperanzador ver como sin fórmulas épicas de alguna manera se sobreponen las reacciones emotivas que tienen a su entorno.
Se intenta cuajar una historia de amor paralela, lo típico: el amigo de él y la amiga de ella, pero queda en eso nada más, en la sugerencia, en la idea, un distanciamiento más, de los tantos propuestos en este magistral trabajo.
Desde el punto de vista de la fotografía se evitan los grandes planos, se prefieren los planos cerrados, lógico con esta historia presuntamente oculta y minúscula. También remite cierta lobreguez y, por supuesto, el énfasis en la decadencia visual de las habitaciones, los empleos, el bar o las calles. Un reflejo de la vida y el amor de estos personajes, pero sin perder un solo gajo de conciencia estética.
Se aprovecha el ambiente nocturno para introducir la banda sonora, que es variada, amena y, además, queda ensamblada a la perfección con el desarrollo de la historia. Las canciones no son sólo un recurso, son un relato en sí mismas y un descanso para los personajes y los espectadores. La siguiente es una canción HERMOSA que un grupo de chicas cantan en un bar.
Los actores consiguen personajes entrañables, sobre todo en el caso de Alma Pöysi, que encarnó a Ansa (ella). Tal vez de esta parte del mundo nos deslumbra la sobriedad con la que se mueve y se habla de todo en el norte de Europa o tal vez sea un abrumador mérito de los actores y el director.
Y para no defraudar a los lectores que buscan adjetivos, afirmo que «Hojas de otoño» es una película encantadora, seductora y memorable.
Josué R. Álvarez
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