El libro que leí esta semana fue «Agujeros negros» de Stephen Hawking, una explicación muy básica sobre los agujeros negros para personas que no somos entendidas en física ni astrofísica. Y me dio por hacer una reflexión moral a partir de lo que son esas realidades físicas que tanto nos atemorizan.
Un agujero negro es una estrella colapsada, es decir, una estrella que ya no tiene fuerza nuclear (hacia afuera) porque se le «acabó el gas» digamos, solamente tiene fuerza gravitatoria (hacia su centro) lo que provoca que sea infinitamente pequeña, las fuerza es tanta que «se traga hasta la luz» y puede tragarse toda materia cercana. Ese exceso de gravedad provoca caos y la vuelve impredecible. Aparte de entender un poco mejor lo de los mundos paralelos, hice la siguiente reflexión:

Somos estrellas, brillamos, pero si nos cansamos de dar, si se nos acaba el gas (fuerza nuclear) dejamos que nuestra fuerza gravitatoria (el egoísmo) sea toda nuestra fuerza, no solo nos tragaremos toda nuestra luz, sino toda aquella que nos rodea, y todo lo que está alrededor nuestro perderá su estabilidad. Nos volveremos entonces al caos.
El libro termina explicando que los agujeros negros no son tan tenebrosos, pues Hawking propone que emiten «algo de calor» (aún no probado) cosa que no deberían, pero lo hacen, y nos dice que no todo está perdido, y en la vida quizá tampoco nada está perdido, porque creo que aún en nuestro más rastrero egoísmo somos capaces de dar un poco, aunque nadie o pocos lo esperen.
Por Josué R. Álvarez