En Argentina, en 1986 se estrena el filme Hombre mirando al sudeste, del director Eliseo Subiela, y causó un gran impacto en el discurso cinematográfico latinoamericano de la época. Se convirtió en una película de culto casi de inmediato. Hay que resaltar que Eliseo Subiela acostumbra presentar posturas novedosas en sus realizaciones fílmicas, tal como lo hizo en El lado oscuro del corazón 1 y 2 y No te mueras sin decirme a dónde vas.

El argumento de la película gira entorno a Rantés (Hugo Soto), un individuo muy extraño que sin antecedente alguno aparece en un hospital psiquiátrico (Buenos Aires), donde es atendido por el Dr. Julio Denis (Lorenzo Quinteros), estableciéndose entre ellos, una relación muy cercana. Rantés dice ser un extraterrestre, y le plantea al doctor que el manicomio es el lugar perfecto para cumplir su misión, puesto que en un manicomio es normal que alguien diga alguna de esas locuras por lo que no será perseguido o visto de manera extraña.  Esta idea, sumada a las múltiples habilidades e inteligencia extrema de Rantés, hace dudar al doctor sobre la veracidad de lo que dice el paciente. El discurso de Rantés se hace más fuerte cuando toma la figura de un mesías, que viene a cumplir una misión muy importante para la salvación, por lo que es imperativo mantenerse fuera de foco; en el hospital.  Los objetivos de «la misión» de Rantés son muy nobles. Estos planteamiento, son los que van permitiendo que el pleno desarrollo la historia. Rantés casi convence al doctor de ser un extraterrestre, e incluso al espectador.

El mismo Hugo Soto en una entrevista dice «Rantés tenía un delirio sumamente organizado, sin ningún tipo de fisuras, por donde se lo tomara, él siempre tenía una respuesta para todo, eso le daba un aspecto de enviado» (Soto, 1994).  Es esta caracterización la que en unas condiciones tan «desfavorables» (¿Quién le va a creer a alguien metido en un hospital psiquiátrico que es un extraterrestre?) la que permite contagiar su locura a los demás.

En la misma entrevista Hugo Soto confiesa que lo han contactado personas que también se creen extraterrestres, identificando en él; ya no a Hugo Soto, el actor, sino a Rantés, el extraterrestre, siendo superado como en muchos casos  en la historia del cine por el mismo personaje.

Quizá hay pocos discursos de locura (si recurrir a la magia ni a la ciencia) tan bien elaborados en  la ficción universal como el de Rantés. El primero que viene a la memoria es  la locura del Quijote.  La locura de Alonso Quijano es tan convincente que pocos piensan en Quijano como personaje, las más icónicas imágenes pertenecen el hidalgo don Quijote de la Mancha. Además, dentro de la trama es capaz de convencer de alguna manera a su fiel acompañante Sancho Panza, y en sus andadas más de uno se ve seducido por tan bien elaborada locura. Incluso el barbero (que representa la ciencia) y el cura (que representa la religión) se prestan a su juego al hacerse pasar por nobles caballeros, aunque claro está que su cometido era muy simple: hacer que dejara atrás sus andanzas. Pocos y me atrevo a decir, que ninguno tendrá en su imaginario a un viejo loco que se cree caballero, sino a un caballero andante.

Es clara la analogía entre un personaje y otro, aunque uno se desarrolle en una España que se mueve entre el Medioevo y el Renacimiento y el otro  en un hospital psiquiátrico de Buenos Aires en Argentina. Es de alguna manera una intertextualidad.

Hombre mirando al sudeste, Eliseo Subiela.

La otra analogía propuesta está también íntimamente ligada a la locura, es la relación con Jesús, que desde el punto de vista meramente histórico podría verse como un delirante, que también contagia a buena cantidad de personas al punto de crear una posterior religión. Ya lo dice Bustamante Vélez en uno de sus estudios: «La analogía es evidente: dos seres que se autoproclaman como enviados de una trascendencia superior para redimir a la humanidad. El resultado es la polarización de los otros seres: Jesús y Rantés son considerados genios o dementes» (Bustamante Vélez, 2014).

De ellos también hay una convicción plena sobre su ser: «no parecen deberse únicamente a su afición a la lectura, como ya se ha venido demostrando durante estos últimos cuatro decenios, sino a un malestar del propio personaje que decide mudar de persona y prueba hacerlo disfrazándose, pero no sólo de cuerpo sino, y sobre todo, de alma»(Kwon, 2010 ). Les colabora lo que las personas quieren creer. Ambos, Rantés y el Quijote llegan a llenar la vida vacía y aburrida de quienes los rodean, el caso del Rantés, el doctor Denis que entre el alcohol y el jazz se pierde y se aburre, al punto de no contestar el teléfono a nadie; y en el caso del Quijote está de más decir que rompe la rutina, por ejemplo, del mesón que él piensa un castillo. ¿No sería esta una dosis de ficción que a veces en la vida se necesita?

El Quijote es también una figura de algún modo mesiánica, pues también busca una especie de salvación, de rescate.  Se encuentra en estos  textos un mismo discurso de la locura: la locura sin fisuras presupone un emitente contagio, una duda sobre nuestros supuestos, sobre aquello que damos por sentado. 

Por Josué R. Álvarez

Bibliografía

Bustamante Vélez, L. (2014). Análisis textual de hombre mirando al sudeste. Cuadernos de Lungüística Hispánica, 103-118.

Kwon, E. (2010 ). Alonso Quijano, un Quijote «vestido de cuerdo y desnudo de loco». Universidad Femenina Duskung, 164-173.

Soto, H. (2 de Agosto de 1994 ). Hugo Soto habla de Rantés .