Nací desnudo y sin palabra alguna,
solamente con un grito en la boca
como quién lee una rima barroca,
como quien tiene una vasta laguna.
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Vino a mí con gratísima fortuna
el aliento que flamante sofoca
el fuego que Prometeo no invoca
y oculta de la mirada a la luna.
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Ignoro si «mamá» fue la primera,
si me esperaba calma en el futuro,
o tal vez «Diós» en el silencio fuera.
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De la memoria tengo todo oscuro,
pero díganme si no pareciera
toda palabra, un grito inseguro.
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Josué R. Álvarez