Hace algunos años me ha acompañó en la lectura el poemario de Leonel Alvarado, El futuro que no fuimos. No hablaré de todo el texto (eso para otro día), sino de un solo poema: De amores y remesas.
Es un poemario cuyo eje central en algunas de sus partes es la esperanza. Propone que se actúa siempre del futuro (de ahí su nombre). No en función del ahora, todo lo que hago está subordinado a una posibilidad, a una potencialidad.
No estamos en la escuela para vivir el ya, estamos para vivir el mañana mejor que se nos promete. Tema que trata Rodrigo Rey Rosa en uno de sus cuentos más potentes, La niña que no tuve. No sacamos una carrera para el ya, la sacamos para el futuro. Trabajamos no para el hoy, sino para la casa se mañana, el carro de mañana. Cuando nos enamoramos nos queremos enamorar para el futuro (el enamorado siempre imagina futuros). Cuando un deportista gana, ya está pensando en lo que sigue.
Los migrantes se van no para vivir el hoy en la lejanía, se van para un mejor futuro. A usted lo trajeron los números, las ansias, le dice Alvarado en el poema al angoleño que le envía, locamente enamorado, dinero a través de Western Union, a su enamorada. Los números de lo que ganaré (conjugado en tiempo futuro).
No lo dijo Alvarado, pero lo digo yo: se han enviado más cartas de amor por Western Union que por el correo postal. Sino como se explica dejarlo todo hoy, por el futuro de los hijos, los hermanos, los padres, los abuelos. Eso solo lo explica el amor y la esperanza. Porque el futuro no es más que los cien pájaros del refrán, volando.
Josué R. Álvarez