Bésame, y podré sentir curado el pecho,
embalsama con anís tus carnes rojas,
cúrame todo mal que me tengan hecho,
ven y sana todas estas mis congojas.
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Que yo espero mi consuelo de tu lecho,
que me mires solitario y me recojas,
y que ahuyentes mis tristezas al acecho,
desnudando una mirada si te antojas.
…
Quien mejor podría curarme que tus manos,
dos mansas sirenas acariciadoras,
que aletean, y dejando van lejanos
…
los dolores que profesan malas horas,
y que al cabo de los tiempos son profanos
pues no vienen de tus manos sanadoras.
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Josué R. Álvarez