Afortunadamente tuve una abuela a la que le gustaba contar historias, es decir, una narradora oral. También de ella escuche—cantado innumerables veces— el que, según Menéndez Pidal, es el romance oral más conocido del mundo panhispánico (Martín, 2018). Las señas del esposo es un romance de origen anónimo, recreado más o menos a inicios del siglo XVIII, según Montenegro (El romance de las señas del esposo, 1953), pero de antecedentes medievales. La versión más antigua es la que se publicó en 1605. Este se ha difundido en innumerables versiones en América, España y hasta Portugal.
Todas cuentan más o menos la misma historia: una mujer le pregunta a un hombre —soldado o coronel en muchas ocasiones, depende de la versión— que si ha visto a su marido ido a la guerra. Él le responde que sí, pero que ha muerto. En muchas versiones él le ofrece su amor o le sugiere que vuelva a casarse, pero ella se niega. Aunque en algunas de las adaptaciones recogidas por Martín (2018), corresponde la coquetería. Aquí la versión que cantaba mi abuela, Juana Francisca Bustillo, y su posterior análisis.
Disculpe señor soldado
de la guerra viene usted,
¿no me ha visto a mi marido
que para la guerra se fue?
…
Mi marido es alto y blanco,
tiene tipo de francés
y en el puño de la camisa
lleva el nombre de Isabel.
…
Por el dictamen que usted me ha dado
su marido muerto es,
en la ciudad Venecia
lo ha matado un Japonés.
Y en el testamento dice
que se case usted otra vez.
…
Ni quiera mi san Antonio
ni la Virgen santa Inés,
que teniendo a mi marido
me case segunda vez
…
En domingo por la tarde
voy a salir vendiendo verdura,
para que diga la gente:
¡Que hermosa quedó la viuda!
…
La versión más cercana a la que presento aquí, que llamaremos la versión de Yaguacire, es la versión de San Francisco de Macorís de República Dominicana, recogida por Andrés Martín (2018). Coinciden en el tipo (aspecto) francés del amado, que en otras versiones, quizá la mayoría, es aragonés. Aunque como curiosidad el romance podría tener un origen temático en las canciones francesas del siglo XV (Díaz-Mas, 1994). En cambio en la versión cubana, cantada por una niña de diez años viste y calza a lo francés (Farray, 1968).
También coinciden las dos versiones en el nombre de la mujer, que pocas veces aparece, pero aquí es Isabel, solamente que el nombre en la versión de República Dominicana no está bordado en el puño de la camisa, sino que en el puño de la espada, como en la mayoría de las adaptaciones.
Pero posiblemente la diferencia más notable es quién asesinó al soldado. La versión de Yaguacire es la única que he encontrado en la que el amado es asesinado en la ciudad de Venecia por un japonés, aunque en la versión que aparece en Romancero sucede en la ciudad de Valencia, y en asesino es un ginovés, es decir, un genovés (Díaz-Mas, 1994). El parónimo es innegable. Mientras que en su cercana versión dominicana los hechos suceden en plaza Cartagena, y el protagonista es un español.
De la penúltima estrofa de la versión de Yaguacire: Ni quiera mi San Antonio… hay un registro comparativo: No permita Dios del cielo / ni mi madre Santa Inés / que fembra de mi linaje / se case más de una vez. Estrofa, aparentemente más antigua, que no aparece en la versión dominicana. La novedad de la adaptación de Yaguacire es que aparece San Antonio, muy popular en América Latina.
Entre la versión dominicana y la hondureña en la última estrofa no hay tanta diferencia. En ambos caso la viuda sale al mercado para ser admirada, pero en la versión de Yaguacire sale a vender.
El romance de Yaguacire mantiene la estructura conversacional; pero el soldado habla una sola vez, la voz dominante es la de la esposa, lo que resulta en una voz más corta. Mantiene la métrica en –é. Introduce un elemento más católico como san Antonio, y al final termina con la coquetería, pero nada más para ser observada.
Y tú, ¿qué versión conoces desde hermoso e histórico romance?
Josué R. Álvarez
Bibliografía
Díaz-Mas, P. (1994). Romancero. Barcelona : Editorial Crítica .
Farray, N. (1968). Romances y cantares en la tradición cubana. AIH, 334 -344.
Martín, A. M. (2018). El romance odiseico de Las señas del esposo: el viaje plurisecular de una balada medieval por la geografía panhispánica. En C. C. Paola Bellomi, Desplazamiento de la tradición clásica en las culturas hispánicas (págs. 69-89). Coimbra: Coimbra University Press.
Montenegro, V. S. (1953). El romance de las señas del esposo. Investigaciones flocóricas.
Hola Josué:
Soy Andrés Manuel Martín Durán, el profesor que citas en tu artículo. Me gustaría establecer contacto contigo para que me cuentes si conoces más romances tradicionales que hayan pervivido en Honduras. No sé si lo sabes, pero el romance que has publicado es uno de los primeros, si no el primero, documentado en la tradición oral hondureña. Sería interesante reunir los romances que cantaba tu abuela y sus familiares directos (el saber tradicional suele compartirse por una buena parte del núcleo familiar, sobre todo en línea femenina). Si te interesa el tema y puedes reunir algún romance más, bien por conocimiento directo, bien a través del blog, se podría incluso proponer una comunicación para algún congreso académico.
Cuando tengas un rato, por favor, mándame un mensaje a mi e-mail y contactamos. Un cordial saludo. Andrés Manuel Martín Durán.
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