La serie animada italiana Cortar por la línea de puntos es una de las grandes apariciones en Netflix. Su gran mérito es que no se limita y es profunda sin pretensiones. El espectador no sabe lo que está viendo hasta que llega al último episodio, hasta que ha llegado a entender a los personajes, aunque sea un poco. Lo que evita los prejuicios y hace que se centre en aquello que realmente importa.
Cortar… nos cuenta la vida de Zero, un joven adulto promedio, que le ha costado, como a la mayoría, entender la vida. La serie es un ejercicio brillante de la primera persona y del racconto. También mezcla lo humano con lo animal, y aunque está lejos de ser algo novedoso, aquí tiene mucho sentido, al contrario de muchas otras series. Entra, sin muchas pretensiones, al mundo de lo simbólico. Gracias, en parte, a la gran libertad gráfica que posee.
Ese es el punto de partida para la metáfora del armadillo, en el que se desdobla el inconsciente. Es el armadillo el que tiene, sino las últimas verdades, por lo menos más certezas. Y de ahí me surge la pregunta: ¿de dónde viene esa idea de que aquello que está en lo más profundo de nosotros es lo que de verdad queremos? ¿Dónde se guarda de verdad la esencia? Hay algo de eso, por ejemplo, en los textos sagrados. De ahí la idea del código y de lo encriptado. La verdad está aparentemente oculta.
Lo que propone Cortar… es una reflexión sobre la vida moderna. No encontrarse a sí mismo es el gran problema, desconocer por qué actuamos como actuamos. Y lo más importante, todas las decisiones, aunque simples en su hecho, son complejas en su esencia. Somos una única variable dependiente a merced de muchísimas variables independientes, pero que a su vez estas son dependientes de otras, y así ad infinitum. Y aunque suene a excusa, lo cierto es que eso nos disculpa.
A veces no sabemos cortar por la línea de puntos, por la marca porque esa marca de puntos es industrial y en serie. Y quizás no cabemos ahí.
Josué R. Álvarez

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