Aún las piedras, las más imprecisas,

las que proclamo sin sentido alguno,

las de vuelo fugaz e inoportuno

tienen hueco en las más sacras misas.

Yo las llamo aciagas y enfermizas

con las que, sin embargo, no desuno;

más bien, milagrosamente reúno

el níveo cielo, la tierra plomiza.

..

Pero no encierran las palabras mías

más gloria que el rugido de un león

o la lengua de las heraldas harpías.

..

Es tu divinal oído, Señor,

quien transfigura las voces impías

en un rubí, una perla, un don.

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Josué R. Álvarez

5 de enero de 2022