No tenemos la misma sensación al terminar de ver una serie que al terminar de ver una película, sobre todo si lo que acaba de finalizar es bueno. Cuando terminamos una película nos queda la satisfacción de haber llegado al final de la historia, nos estiramos en el sillón o la butaca y damos (generalmente) ese mundo por cerrado. En cambio, cuando finalizamos una serie nos queda un vacío, un hueco que no sabemos bien cómo llenar. ¿Por qué? Aquí te propongo unas razones, que bien podrían ser una sola.
- La duración
Es evidente, a las películas les dedicamos un par de horas, por mucho tres. A las series, por su parte, les dedicamos semanas, meses e incluso años, aunque con el streaming y las miniseries esto pueda variar. Eso nos da tiempo de que pensemos más lo que vemos, además de que en algunos casos llegan a formar parte de nuestra rutina. Hay series que llegan incluso a la década, y sentimos que crecimos al lado de ellas. Entonces, al terminar, sentimos que una parte de nosotros, esa que creció al lado de las series se ha ido.

- Desarrollo de los personajes
En las películas los personajes tienen un arco evolutivo, casi nunca son los mismos al terminar el largometraje, y las personas llegan a adorarlos (sobre todo en las sagas), pero el espacio que tiene un personaje en una película, no se compara al que tiene en una serie. Es distinto, a nivel de escritura ellos van creciendo y a través de las temporadas se los puede ver en tantas situaciones que hasta sabemos como reaccionarían ante un escenario u otro. Es un desarrollo mucho más comedido, cuidadoso y expresado a través de una mayor cantidad de recursos. El personaje muchas veces ha ido y venido, se ha estancado, ha avanzado, pero en definitiva ha crecido con nosotros como testigo.

- El foco
Esto puede variar, pero a grandes rasgos es así. En una película, como en un cuento lo que más importa es la historia, así que siempre y cuando esté bien contada, estaremos contentos. En cambio, en una novela, como en una serie lo que más importa es que nos interesen los personajes y las situaciones que viven. Y seremos felices si con quien empatizamos es feliz, y estaremos tristes si sucede lo contrario.
Esa diferencia en el foco hace que suceda algo parecido a lo que sucede en nuestras vidas. Extrañamos las series, porque hemos empatizado y les hemos tomado cariño, porque sentimos que hemos vivido algo con ellas. Pero las películas son como un tobogán del cual nos tiramos, y simplemente lo gozamos. No lo extrañamos cuando llegamos a la desembocadura, y lo recordamos con alegría. Quizá salgo de nostalgia dentro de algún tiempo si ese día nos marcó.
En conclusión, las películas nos gustan (incluso decimos amarlas), pero las series las queremos entrañablemente.
Josué R. Álvarez
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