Hermoso sonido el de esos motores, ¿cierto?
No quiero referirme a toda la película, sino a un momento en específico. Cuando Ken Miles (Christian Bale) alcanza la velocidad máxima, y solo está él y el silencio. Ese es el «momentum», cuando nada más importa, ni los riesgos, ni lo que estuvo antes, ni lo que estuvo después. Incluso, ni los demás. Entonces, tampoco importa la muerte. Porque ella solo nos afecta porque no queremos dejar todo nuestro pasado y porque anhelamos un futuro aquí, y tememos por lo que pueda suceder cuando nuestro cuerpo ya no sea sensible para este mundo.
Podría pensarse que solo se trata de una enorme carga de adrenalina, y aunque esta sí tiene un gran impacto en nuestras conductas en situaciones límites, también se trata de una filosofía de vida. Porque para llegar a ese momento hemos de haber necesitado una serie de acciones conscientes que nos llevan a ese poner en peligro la vida. No se trata de vidas sin sentido, se trata de que ese «momentum» es el sentido mismo.
Se siente quizá en ese momento que la vida es plena. Y eso nos lleva a pensar a que, contrario al origen de la palabra, una vida plena no es necesariamente una vida llena. Es más bien calzar la realidad con lo que sentimos. Más bien, sería como un dardo que da justo en el centro. Esa pequeña cosa que nos hace felices es la punta. La perfección no sería un tablero lleno de darnos, sino un dardo en el punto exacto.
Claro, para unos el «momentum» es una carrera, pero para otros es el deporte, la lectura, la jardinería o la cocina. Pero existe, lástima que sea tan breve, lástima que en algunos casos solo que alcance unas cuantas veces en la vida, pero pueden ser lo suficientemente fuertes para iluminar el resto de nuestros días. Porque «hay un punto a 7,000 r.p.m donde todo se esfuma».
Josué R. Álvarez