La verdad es que no sé muy bien por qué Kotaro vive solo atrapa. No porque no tenga razones sino más bien porque son varias. Es decir, no sé cuál pesa más.
La historia de un niño de cuatro años que vive solo es llamativa, pero un poco difícil de creer y digerir. Por otra parte, Kotaro es un niño simpático, pero irritante al principio. Y, episodio a episodio, se van descubriendo las razones de la soledad del niño: una madre muerta y un padre violento. ¿Que cómo vive? De un seguro de vida. Pero una vez que todo esto se descubre aún hay deseos de ver la serie. O sea que no es un gancho a secas. Tal vez un gancho prensado a un hilo.

Así como Kotaro es un niño extremadamente maduro para su corta edad y hasta profundo, así es también la serie. Kotaro vive solo es una historia de tristes fracasados, mas no derrotados: un artista que tiene problemas con la paternidad, un aparente holgazán que no puede ver a su hijo por estar separado, una chica de cuestionada reputación que sufre violencia doméstica, otra que no soporta a los niños, un editor que por trabajo descuida a su hijo, y hasta un grupo de padres de familia que no quieren mover un dedo para organizar un festival para sus niños.
Y tal parece que el pequeño protagonista experimenta en carne propia con solo cuatro años lo que sus vecinos: no saber qué hacer en la vida, la violencia, el abandono, la soledad. Pero todos llevan muy bien sus penas. Y él como ellos.
No hay espacio para la alegría. Kotaro es una serie muy triste, dolorosa y desgarradora. No se romantizan ninguno de los problemas sociales que en ella se plantean. Son así de duros. No creo que la intención de la serie sea dejar un mensaje, pero en todo caso sería el mensaje de resistir a pesar de las adversidades.
Y, por supuesto, al contrario de muchas series no se trata de una tragedia puntual o de la etapa crítica de una enfermedad, se trata de ir soportando ese pequeño dolor cotidiano casi familiar. Y desde el punto de vista narratológico tiene sentido que la serie no tenga un clímax, solo se va deshojando capítulo por capítulo. Como la vida y su dolor en perfecto equilibrio.
Josué R. Álvarez
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