Estoy seguro de que Pienso en el final de Charlie Kaufman será recordada como uno de los grandes estrenos de Nexflix este 2020. No te pienso contar la película ni darte una gran explicación de sus símbolos o pistas, simplemente te hablaré de algunos elementos fundamentales para comprender qué es lo que sucede en la película.
En la historia, Jake visita a sus papás junto a su novia cuyo nombre es modificado en varias ocasiones. De ella, de la novia, obtenemos la visión del mundo, no es una película en primera persona ni mucho menos, pero sí que se logra notar que lo que estamos viendo es lo que ve y lo que le pasa a ella.
Al principio parece una cena normal, pero a medida la película avanza nos encontramos con que tiene la oportunidad de dialogar con las diferentes edades de los papás de Jake, incluso se llega a sugerir que ella y Jake pueden ser la misma persona. No te cuento más, solo te diré que no es un metraje sobre viajes en el tiempo.

La película puede funcionar perfectamente como una clase de eternalismo, planteamiento filosófico sobre el tiempo que propone que la sucesión de acontecimientos, es decir, que uno esté detrás el otro y que estos sigan una secuencia lógica (al menos para el género humano), es solamente una percepción limitada de la realidad, porque en esta todo está pasando, todo pasó y/o todo pasará a la vez. La verdad es que los tiempo verbales se quedan muy limitados ante esta idea de eternalismo.
Para que lo podamos ver en la película necesitamos la visión de un elegido, una persona que sea consciente de los cambios mientras los demás no se enteran, que en este caso es ella. Lo particular y funcional aquí es que ellos, los demás, a pesar de que están en distintos estadios de vida siempre la ven a ella con normalidad, siempre es la novia de Jake y no importa si son “diez años en el futuro” o “veinte años en el pasado” la reconocen con el mismo aspecto sin problema, como si siempre hubiera estado.
Obviamente plantear el tiempo de esta manera tiene sus consecuencias. La primera de ella es que, si todo ya pasó, entonces, vivimos en un determinismo. A menos, claro está, que consideremos que hay más de una línea temporal y que la realidad sea todas las posibilidades, que considerando los vasto del tiempo y del mundo se antoja inagotable. Es decir, que, desde la creación del universo, cada bifurcación de la realidad haya sido posible. Por supuesto si es así, puede que haya reglas que desconozcamos. Para hablarlo en términos del gato de Schrödinger, cada milésima de segundo en cada lugar del universo ha tenido dos opciones: las dos en alguna espaciotemporalidad se han concretado. A su vez cada una de esas opciones se bifurcó o trifurcó no sé, y así sucesivamente hasta el infinito. Intenta que no te vuele la cabeza pensar en esas posibilidades.
Ya en 2016 Denis Villeneuve nos planteó la misma situación en La llegada, donde una lingüista era capaz de ver los “recuerdos” del pasado (que creo que si hacemos un ajuste gramatical serían “precuerdos”) cuando aprendió la lengua de unos extraterrestres. Solamente que en el caso de Pienso en el final no se recuerda, sino que se vive. Obviamente hay una larga lista de películas sobre viajes en el tiempo, pero no son definitivamente lo mismo.
El poeta mexicano Edel Juárez también tiene un poema que funciona de la misma manera: su hija puede jugar con versión de niño. Isak Dinesen, por su parte, tiene un cuento en el que se pregunta qué pasó con el buen ladrón el día que murió crucificado en el Gólgota , porque Jesús, le dijo en la cruz que ese mismo día estaría con él en el Reino de los Cielos. Pero ciertamente Jesús resucita el domingo (era viernes) y asciende al Cielo hasta después. Hay claramente un problema con el tiempo que quizá pueda explicarse de tres maneras. Con la Trinidad, ya que al ser tres y uno puede referirse al Padre como a Él mismo; la segunda es con la omnipresencia y la tercera es pensado justamente en la eternidad. Jesús ya estaba, de hecho, con el buen ladrón en el Reino y si se piensa en poco en la posibilidad hay que recordar que la condición divina exonera del tiempo. Pero ese tema se lo dejo a los teólogos. Solo quería dar la referencia.
Volviendo a la película me parece que a pesar del complejo tema que propone es muy poco pretensiosa. Kaufman tiene la habilidad, como en Sinécdoque New York, de tratar lo complejo con fórmulas muy sencillas.
Las actuaciones de Jessie Buckley y Jesse Plemons pueden considerarse grandes trabajos, los personajes logran su objetivo, se empatiza pronto con ellos. Desde la dirección, Kaufman nos regala planos encantadores, la historia se desarrolla en medio de una gran ventisca, entonces, a mi juicio es un gran reto.
Lo complejo de presentar muchos tiempos de manera repentina fue muy bien resuelto con los cambios de cámara y una gran colaboración de los actores. Había mil maneras de que saliera mal, pero salió bien. Y lo más importante: no es una película llena de símbolos sino llena de pistas, muy bien precisadas y marcadas. Tanto que cuando la memoria las necesita uno va a ellas y son las primeras en aparecer.
Una película ampliamente recomendada y que envejecerá muy bien.
Y bueno, pensar en el final en este caso ¿no es lo mismo que pensar en todo? Quizá en algún rincón de la realidad espacio temporal el final ya fue, ya es, ya será.
Hasta aquí mi comentario y chau.
Josué R. Álvarez