En 2019 se estrenaron en México tres películas que brotan de un mismo entramado social. No se trata de esas modas que de vez en cuando surgen en el cine o en la literatura, sino de que en una sociedad tan desgastada hay historias que simplemente no pueden dejar de contarse.
Ya no estoy aquí de Fernando Frías, Chicuarotes de Gael García Bernal y Huachicolero de Edgar Nito cuentan, por igual, historias de adolescentes ahogados por los brazos de una sociedad enferma y cabeza para abajo. Las tres historias logran conjugar la tragedia del destino (aparente) con la inexperiencia de la vida.
Ya no estoy aquí cuenta la historia de Ulises, un chico de los barrios bajos de Monterrey, que pertenece a los Kolombia, una tribu urbana inspirada en la cumbia colombiana. Ulises es obligado por las pandillas a emigrar a los Estados Unidos: una tribu urbana pacífica, aunque mal vista por su vestimenta, no puede existir en un lugar violento. Quizá una afortunada metáfora de que la paz no tiene espacio en medio del caos.

Ulises funciona como un elemento metonímico de la situación que vivió esta tribu urbana, cuya existencia en 2021 ha quedado prácticamente en el pasado. En la parte que se desarrolla en los Estados Unidos, Ulises pasa situaciones muy desafortunadas y solamente logra empatizar con una chica asiática, con la que ni siquiera comparte idioma. Él y su nueva amiga parecen no tener hueco en la sociedad. Y suena adolescente porque, efectivamente, lo es.
Además del buen guion, las buenas actuaciones y la buena dirección artística, la película es memorable porque hace que el espectador se enamore, si es que no lo estaba, de la cumbia. Es de esos casos donde las canciones a partir de entonces se escuchan de otra manera.
Otro aspecto para resaltar es el manejo del tiempo en la historia, esta no es contada de manera lineal, sino que los fragmentos, tanto de la parte de los Estados Unidos como la de Monterrey se van intercalando, utilizando la memoria de Ulises como pretexto de los saltos de tiempo. Esta manera de contarla fue sin duda un acierto: un recurso que favorece la sensación de ausencia, que es el leitmotiv de la película.
Chicuarotes cuenta la historia de dos chicos que han crecido y viven en un ambiente de pobreza y violencia, tanto doméstica como urbana. En la primera escena intentan ganarse un par de pesos en un autobús como payasos, pero ante la poca colaboración y hasta desprecio de las personas, las terminan asaltando a mano armada. La idea fue de Cagaleras, mientras Moloteco simplemente se ve arrastrado por la situación.

El improvisado asalto no sirve como activador de la trama, pero sí como metáfora la película. La posesión de la pistola provocará un efecto dominó, todo comienza con la defensa que hace Cagaleras de su hermana (aquí sí está el primer punto de giro) que provoca luego la pérdida del arma, el secuestro que urde Cagaleras, el asesinato de su padre y crimen de su madre, y por supuesto, la muerte de su amigo de siempre, Moloteco.
La situaciones se van sucediendo perfectamente en una onda dramática. Van creciendo y consigue, gracias a un buen guion y a unas buenas actuaciones, que el ascenso en la tensión de la historia sea natural y verosímil. Los personajes, bien pensados, dirigidos y actuados, responden coherentemente a las acciones. Cagaleras, funciona como una llama en una sociedad dinamitada. No se trata de un mal chico, se trata de un chico que no tiene educación, ni esperanza.
En Huachicolero nos encontramos a Lalo, un chico de unos catorce años, introvertido, pobre y aparentemente sin amigos. Se enamora de una de las niñas bonitas del salón, quizá la más guapa de todas. La idea de que para enamorarla se necesita dinero (sugerencia de una de las amigas de ella) acaba en la desesperada decisión de dedicarse al huachicoleo (extracción ilegal de gasolina), que permite subsistir a varias personas del lugar.

Lo que al principio parece una buena idea y la solución a su problema amoroso, termina siendo su desgracia y una catástrofe para el pueblo. El inocente enamoramiento es el activador o disparador de la historia y esta se va expandiendo lentamente hasta que detona en la desgracia. Uno de los recursos de dirección mejor logrados es el paralelo de la argumento con la imagen: explota la trama a la vez que explota el sitio de donde extraen la gasolina.
Quizá tiene algunos puntos distendidos en el guion, uno que otro vacío, pero que pasa casi desapercibido porque la historia está muy bien contada.
Lalo y Cagaleras se enamoran de chicas. Más el primero que el segundo, pero no deja de ser un elemento en común entre los dos. Por su parte Ulises está de alguna manera enamorado de la cumbia colombiana y de los kolombias, de su vida en Monterrey. ¿No es el enamoramiento lo más adolescente que hay?
Sus deseos, en lo profundo, son nobles e inocentes, como los de muchos jóvenes, sin embargo, tienen la violencia y la ilegalidad a mano. Los tres son víctimas. Son adolescentes con problemas y acciones de adultos, lastimosamente no los mejores.
Estos problemas sociales no están romantizados ni por guion ni por la dirección, que es un riesgo que se corre siempre que se habla de esos temas. Las tres películas muestran una realidad que solemos soslayar solo porque es demasiado cotidiana y hasta normalizada. Sin duda las tres son muy recomendables.
Otro punto que tienen en común es que se trata apenas de los primeros trabajos de sus directores y creo que muchos aguardamos con ansias sus próximas producciones, que esperamos que sean tan acertadas como las que nos han ocupado hoy.
Chau.
Josué R. Álvarez