Quiero hablar de entre todos los relatos con tenidos en “El pago y otros cuentos absurdos” de Eduardo Milla (2019), del cuento llamado “El pago” porque además de parecerme de los más afortunados de esta colección de relatos absurdos, representa muy bien el espíritu de este libro y nos pone como acostumbra la literatura frente a la humanidad misma.

El argumento del cuento es sencillo: una empresa que dilata el pago a sus empleados genera situaciones y reacciones absurdas de estos.

La vida de este cuento radica no en lo que sucede, sino en lo que no sucede, en la ausencia, en lo que no está, de hecho la situación de giro y el motor de la narración es la falta de pago. La figura por ejemplo, del Sr. Gerente sin nombre propio, sin firma siquiera, sin rostro, sin movimiento, un maniquí como se propone es un vacío intencional. Todo en su figura es una ausencia.

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Los vacíos prosiguen: nunca se da una explicación de porqué no se paga: una falta de liquidez del banco, un problema financiero de la empresa, nada que avise siquiera una mala voluntad de la compañía en el pago, no hay más que correos escritos desde una fría impersonalidad, una bocina con voz casi divina.

Tampoco hay renuncias, ni denuncias, no se busca otro empleo. Como si la autoridad no existiera o fingiese no existir, como si la legalidad fuera otra de las tantas ausencias. Quizá por eso solo hay respuestas ilegales: las prostitución, el proxenetismo, la estafa a una aseguradora, la venta de órganos y quien sabe qué más el autor, en su dinámica de ausencias, nos ha ocultado. El personaje para obtener dinero recurre a aquello aparentemente inexistente.

Me recuerda a aquella película del magnífico director y guionista iraní, Abbas Kiarostami “El viento nos llevará” en la que todas las escenas importantes no se ven, solo se escuchan o se imaginan a partir de los elementos mostrados antes del hecho. Una narrativa construida intencionalmente desde las ausencias.

La ausencia no es casual en Milla, en el segundo relato de la colección, “La llamada”, es igual una llamada que nunca llega, un individuo que ya no tiene nombre y ni dignidad.

El lema en la oficina del gerente evidencia de igual manera la intencionalidad del tema “La ausencia siempre aumenta el poder”. Funciona como metarrelato, desaparecer, no tener rostro, el silencio, todos resultan recursos eficaces para crear incertidumbre y dominar a los psicológicamente más débiles.

La incertidumbre permite ser a la vez violentador y héroe. El Sr. Gerente, al no efectuarse el pago se convierte en el violentador de los derechos de los trabajadores de la empresa, y a medida que pasa el tiempo, entre más tarde se realice el pago, con más alegría será recibido, entonces, más héroe será día. “Fue bueno, pagó” dirán.

Es una especie de Síndrome de Estocolmo, en el que se termina generando tanta empatía con el secuestrador que se lo termina queriendo, “porque es bueno”, “porque no me golpea”. El pensamiento surge de partir del supuesto de que un secuestrador debería ser más rudo, en cambio no lo es.

Al fin y al cabo, con el pago el personaje olvida todo, la agresión moral y física, y, ¿quién no ha perdonado casi lo que sea cuando recibe su acreditación, su cheque, su efectivo. Ese día, alguien pasa de violentador a héroe según el relato de Milla.