Si tuviéramos que enumerar elementos en común o describir un sistema en las historias de Siete cuentos ígneos (SCI) de Elvin Munguía, quizá lo primero que se nos vendría a la cabeza sería la noche, la música presente en cada relato, las mujeres o el amor de las mujeres que suelen ser justamente un fulgor ígneo en medio de las sombras de los bares y en algunos casos en las tinieblas de los corazones. Sin embargo, hay un elemento que probablemente está menos a la vista: la liberta, o mejor dicho, la liberación.
Porque hablar de libertad es aventurarse a terrenos muy amplios y abstractos, en cambio la liberación es el acto concreto por el cual alguien consigue por lo menos pasar a un cautiverio menor sino es que la libertad (casi siempre lo primero). Lo novedoso de la obra de Munguía es la manera en que construye las liberaciones, cambiando lo heroico por lo común y cotidiano, e incluso lo no intencional.
Para que haya un proceso liberador, es necesario que exista el cautiverio, que en SCI tiene algo de dulce, algo de encantador o por lo menos da la sensación de que no es imperativo liberarse. En cuento que mejor representa esta situación es Ella: la pobre mujer del negocio LJ en la 14 de Julio, en el que los personajes terminan liberándose simultáneamente, pero solamente uno de los dos lo busca, curiosamente el mayor beneficiando es quien no lo quería.

Algo parecido sucede en Temporal. La liberación del uno la ha accionado en realidad el otro. Igualmente, en Got a magic black woman hay una liberación del hombre perseguido por la mujer que no es accionada por él, sino por alguien más y quizá si se lo piensa con mayor profundad hasta se podría creer que ha sido ejecutada por las circunstancias. Él no sabe cómo despegarse a la mujer que lo persigue y es probable que haya pensado en un método violento para hacerlo, pero quien lo ejecuta sin pedírselo es otra mujer. Quizá este junto a Relato infiel sean los dos mejores cuentos de la colección.
Así, cada personaje de SCI se libera. Unos del desastre, otros de la rutina, alguno más de la vida y del día, y también hay quien se libera del amor y a la vez del desamor. Así como de la ilusión y también de la desilusión.
Munguía probablemente trate de recordar (o tal vez no) en su obra que la vida no es más que un constante liberarse, pero solo para caer en otro cautiverio que, por considerarlo menor, lo llamamos libertad. Y si no habría que preguntarle a Alejo Carpentier en El reino de este mundo.
Josué R. Álvarez