Sweet-Jab es la novela debut del hondureño Leonardo Banegas, que cuenta las desventuras de la vida de Bruno (Sweet-Jab), un italiano crecido y radicado en Nueva York que no la pasa nada bien en la vida.
Está narrada en primera persona con un tono muy oral, lo que en algunas ocasiones le juega en contra. La narración se detiene constantemente en las introspecciones del narrador, y apela en algunas ocasiones a la interlocución con el lector, Ustedes entenderán que se trata de ella (pág. 25). Esto provoca que a la novela le cueste ir hacia adelante, aunque no peca de aburrida.
No es una novela pretensiosa, no quiere cambiar el panorama literario nacional, por el contrario, se apega a una estructura clásica, clara y definida. Habría sido agradable encontrarla en papel de pulpa. La novela, se intuye, es lo que quiere ser. Pero sí tiene reflexiones y diálogos que son pretensiosos.
En cuanto al lenguaje, sobre todo en las primeras páginas es muy lírico: Pedí otro trago y me acerqué sondeando sus senderos, sus ríos y la colina que llevaba por cuerpo (pág. 9). En las últimas páginas se vuelve más prosaico.
Cae en algunas ocasiones en las zonas comunes: En ese instante nuestro encuentro fue obra del mismísimo destino (pág. 11). También se puede encontrar en este otro fragmento: Ella era la poesía y yo la leía de sus labios (pág. 12). Otro pecadillo de la novela es que tiene pasajes inverosímiles como cuando Bruno de niño olvida el nombre de las chicas que le gustan y el cumpleaños de sus padres (pág. 16) o cuando el gato le borró el número de teléfono de la chica interesante que conoció la noche anterior (pág. 29). Sin embargo, son solamente algunos breves pasajes, la historia en términos generales es verosímil y se desarrolla sin artificios innecesarios.

En cuanto a Bruno, que es omnipresente en el texto, se puede afirmar que es un personaje querible, creíble y leíble. A pesar de que la novela es corta, es muy definido. En algunos momentos se dan indicios de paralelismo con Matías, su gato, pero no prospera en el desarrollo: ¿Cómo castrarlo?, sería como castrar mi propia naturaleza (pág.14).
A nivel de estructura no representa ninguna novedad, pero tampoco ningún fracaso. Sus trece capítulos llevan la historia con muchísima dignidad, sin embargo, cuando se los observa de manera global es fácil caer en cuenta que es una historia que durante doce capítulos es novela, y en el último, es cuento. Ese guantazo final, no es propio de una novela. Podría decirse que se apresura a terminar la historia. Pero tampoco me animaría a afirmar que debió ser cuento.
Desde el punto de vista del contenido, Banegas tira algunos hilos para configurar una noche underground y nada más. Algo muy común en la literatura hondureña de la última década. No hay mucho por explorar fuera de esos límites nocturnos. Al no desviarse a otras latitudes, Sweet-Jab es justamente eso, otra novela sobre la noche, aunque se desarrolle en Nueva York.
En términos generales es una novela disfrutable, sin pretensiones y ese es su más grande mérito: no querer ser más de lo que puede ser. Además, es fácil encariñarse con Bruno. Es una obra limpia, salpicada quizá por algunos deslices, pero tampoco son pecados literarios mortales.
Josué R. Álvarez