Como es sabido por todos, cada palabra tiene su profesión. Unas se dedican a darles nombre a todas las cosas, estas son los sustantivos. Otras se gradúan para darles características a las palabras, como los adjetivos. Y así, pasando por los verbos, los adverbios, las preposiciones, las conjunciones, los determinantes, los pronombres y las interjecciones. Las palabras trabajan en empresas llamadas «oraciones», y como todo en la vida, necesitan asociarse con otras para cumplir sus funciones. Así, los sustantivos se juntan con los determinantes y a veces los adjetivos, para que en la empresa se cumplan las funciones. Esos grupos se llaman sintagmas.

Cierta vez se encontraba Tunda muy triste.

—Ya nadie me llama —decía —, es claro que soy una palabra en desuso.

—No es tan terrible, hay palabras usadas por el Quijote que ya nadie más se digna a pronunciar —le decía Tunante, vecina de ella en el diccionario.

—Si yo misma salí en el Quijote —respondió Tunda—: ¡Qué tiempos aquellos!  

—Ya quisiera yo haber salido en él.

—Eso no importa, harán más de diez años que no aparezco en un libro, ni en los periódicos.

—No es para tanto —increpaba Tunecino, su otro compañero de página.

Tunda, que era de carácter fuerte y proactiva se puso a buscar trabajo en los clasificados.

—Sí, me llevo bien con los determinantes y con los adjetivos para hacer un sintagma nominal y trabajar de sujeto —comentaba por teléfono ofreciendo sus servicios —, incluso puedo aliarme con preposiciones para trabajar de complemento de régimen o algún circunstancial, ¿qué opina?

Nada.

—Soy un sustantivo muy violento —se ufanaba en otra entrevista.

Nada.

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—Soy sinónimo de paliza, friega y de otras pobres en desuso como Zurra, Vapuleo, y ya de Felpa, Somanta, Friega y Azotaina mejor ni hablemos.

Nada.

—Sí, soy mejor que muchas otras que hasta son palabrotas —explicaba —y me entienden en España y en casi toda América.

Nada.

—Sí, me pueden leer menores de edad.

Nada.

—No, de complemento de nombre nunca he trabajado, pero bien podría probar.

Nada.

—Quedo muy bien en las traducciones.

Nada.

La búsqueda no dio frutos durante mucho tiempo.

Hasta que un escritor de una editorial muy pequeña lo contrató como complemento directo, le tocó trabajar solamente con Una, un determinante; porque al final el adjetivo Gran se arrepintió y se fue a un libro más importante. «Te voy a dar una tunda»,decía el personaje, mientras todos se reían de él. Y en la respuesta, la desesperada palabra tuvo otra aparición como sujeto: «Tunda es palabra de viejito», y nuestra amiga se lamentó de que en la próxima oración la sustituyeran un par de vocablos: «Esa palabra es un arcaísmo». El atributo la sepultó para siempre.  

Josué R. Álvarez