Calirroe, la hija del río, es una colección de trece historias (fábulas y relatos como se propone en el subtítulo) que apuestan por la fantasía y por la moral. El autor, Luis Enrique Reyes, se aferra en los primeros diez relatos a la lección moralizante o a la promoción de valores, olvidando en algunos casos la estructura natural del cuento o la fábula, hecho que les resta valor.
La mayoría de los textos se limitan a transmitir situaciones curiosas con personajes llamativos: un gato sin rabo, un gallo coronado por el mismísimo Jesús, un caballo y un cerdo que son amigos, un árbol mágico o tres niños que nacen al mismo tiempo. Pero la situación no progresa narrativamente.

Hay dos cuentos que cometen un error particular. En Mi amigo de los sueños y Los trillizos terribles, se oculta algo, tanto a los personajes como al lector: la respuesta de la adivinanza y el secreto de Benito. Sin embargo, da la impresión de que ni el mismo narrador conoce las respuestas a esas interrogantes, lo que sabotea los cuentos. No se puede dejar al lector con la duda, a menos que se haya construido una plataforma narrativa para que ese sea el final del cuento. El lector suele desear verse superado en inteligencia o en astucia por el narrador, es una forma de impresionarse.
Calirroe, la hija del río, Cinco genios, La última parcela, Un país perdido y El fundador de ciudades, son los textos más afortunados de la colección. En La última parcela y Un país perdido, Reyes se aventura a ejecutar un discurso social. El trabajo alegórico de La última parcela, es muy ingenioso: Cuando la conocimos, mi esposa y yo no paramos de llorar […] Solo podía ser usada como sitio para nuestras tumbas (Reyes, 2016, pág. 83). Eso que se pensaba sería un lugar para la vida, era en realidad un lugar para la muerte. Aunque el autor le da una vuelta de tuerca más, quizás innecesaria. Del mismo mal sufre el cuento que le da nombre al libro.
El fundador de ciudades, es probablemente el mejor cuento de toda la colección. Tiene un carácter filosófico y juega con lo mítico. En él se plantea la idea de lo lejano de la divinidad, y por qué está oculto.
La mayoría son textos muy cortos, los personajes no logran desarrollarse y se sostienen en la curiosidad, casi en lo anecdótico. No hay una intención de que la palabra por sí misma valga, se apela más bien a las situaciones, que no acaban de ser tampoco demasiado creativas, como se explicó el principio. El guiño a la mitología griega no supera la mera referencialidad nominal.
Josué R. Álvarez
Bibliografía
Reyes, L. E. (2016). Calirroe, la hija del río. Tegucigalpa.
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