El sueño de memo (2012), mediometraje hondureño dirigido por Hispano Durón, es a mi juicio, a nivel de argumento, de las mejores ideas que se han concebido en Honduras.
La historia relata como Memo, un hombre sencillo e inocente, con el que el espectador conecta de inmediato, se encuentra por la vida con Anibal, un vividor que se dedica a la adivinanza.
Entre ellos dos forman una maravillosa mancuerna, porque Memo tiene el don de soñar los números de la lotería y Aníbal el don de interpretarlos. Al menos, es lo que se sugiere, aunque por supuesto siempre queda la duda de si no fue un golpe de suerte que ganaran al primer intento. De ese hecho depende que sea justo o no que repartan las ganancias. Te invito a que vayás y la veás, porque, además, hay otros elementos que merecen ser meditados.

Lo que más me ha impresionado del guion es que ese don de soñar e interpretar cualquiera se lo habría dado o lo habría pensado para una sola persona. Si así fuera, estoy seguro de que no habría historia de contar. Ellos dos son opuestos, pero como una pieza de esas de rompecabeza. Calzan sus dones, sus necesidades y hasta sus personalidades. El uno sueña y el otro interpreta, el uno necesita y el otro quiere, el uno guía y el otro necesita ser guiado.
Es cierto que es posible que el uno se esté aprovechando del otro, pero de todas maneras es posible empatizar con ellos no solo por separado, sino en conjunto. Es una pareja que funciona muy bien.
Por otro lado, nos muestra la realidad hondureña, aparentemente de una manera muy folclórica: comprar la lotería, y sobre todo inspirando en sueños, que ha sido una tradición enorme, casi un hecho cultural para los hondureños. Mi abuela, por ejemplo, siempre pensaba en los sueños en función del número que “caería”. Pero más que lo pintoresco del asunto es el drama de lo que significa ese billete de lotería para las personas. Es a veces la última esperanza, se juegan así su pan de cada día.
Que la historia se cuente en Amapala es un enorme acierto, porque ofrece, aparte de ese contenido que recién comenté, unas postales que resultan familiares en cualquier latitud de Honduras y quizá de Centroamérica. Postales muy agradables casi pictóricas y otras no tan felices como la del típico macho acechando mujeres.
Si se piensa en los personajes dentro el guion, se puede decir que en ambos “protagonistas” hay una transformación que está muy bien lograda. Hay suficiente evidencia de los rasgos psicológicos y de historia de vida de cada uno, como para que se puedan notar los cambios en su vida y en su cabeza.
La historia se logra contar muy bien, no le falta ni le sobra. Las escenas son las necesarias, los planos satisfactorios: en definitiva, se puede calificar como un gran trabajo de Hispano Durón respaldado por un buen equipo actoral.
Si lo pensamos bien, la historia en sí es ya una lotería, porque yo creo que han sido muy afortunados al encontrarse o tal vez como reza su póster: se trata de un milagro.
Chau
Josué R. Álvarez