¿En qué momento?, esa es la reacción que se tiene  cuando se aprecia en la pantalla a Mateus con un arma apuntando a sus compañeros. Pero la reacción, a pesar de todo, no está llena de sorpresa. Alexandre Moratto nos ha llevado lentamente hacia ese momento, y casi sin darnos cuenta.

Mateus ha llegado a Sao Pablo con otros tres hombres para trabajar en una chatarrera, de la que se vuelven prisioneros. ¡Cómo estremece recordar, una vez vista la película, cuando Mateus le pide a Luca (su jefe) un contrato de trabajo!

Desde el punto de vista del contenido, la película brasileña relata algunos puntos poco enfocados en la trata de personas y la esclavitud. Intenta despojarse —misión ultra difícil— del maniqueísmo, que es ya una zona común en este tipo de filmes. Los verdugos, ¿cómo llegaron a ser lo que son? Sin justificarlos, Moratto nos muestra, a través de Mateus, que se trata de un camino de salvación. Mateus intenta salvarse y salvar a los suyos, y emprende un proyecto que termina por transfigurarlo de víctima a victimario. Es un espejo a destiempo de Luca.

Ese arte narratológico de transfigurar está, a mi juicio, muy bien logrado. Son pequeños detalles que nos van adelantando y a la vez atrasando en las ideas que surgen. Y repasamos: mintió en la inspectoría del trabajo, persiguió a uno de sus compañeros, los pudo liberar y solo les llevó comida.

Para el espectador no es sencillo, no es tan fácil ver a Mateus de fiesta con Luca, no es tan fácil verlo perseguir un a prisionero y casi ahorcarlo, y para él tampoco. Porque Mateus está confundido, no sabe muy bien por qué lo hace, y los espectadores lo acompañan en ese sentimiento. Quizá se trate de un sistema demasiado podrido y él es solo una víctima, o quizá sea víctima y victimario a la vez. ¿Alguien demasiado obediente? ¿Demasiado cobarde? ¿Alguien demasiado correcto como para romper las reglas, incluso del verdugo? El final parece más claro, pero aún en la última escena duda, y como toda buena historia nos queda terminarla en nuestras cabezas.

7 prisioneros es de esas historias que nos dejan una duda para siempre. Por lo demás, es una películas que no destaca ni por su estructura, ni por sus actuaciones, ni por su estética gráfica.

Josué R. Álvarez

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