Un día me enteré
de que a la orilla le hace falta arena,
y a las olas les hace falta mar.
Un día, por cierto, lúcido y triste.

Los objetos le han tomado el gusto a desaparecer.
De mis gatos solo quedan unas cuantas huellas en el jardín,
y hasta los reptiles se han esfumado en franco vuelo.
Escribo sentimientos
que al día siguiente son el espectro de hoja en blanco.

Todos se evaporan a mis espaldas,
desaparecen lentamente,
las claras figuras que alegraron mis días
y las oscuras y terribles también.
No hay criterio de bondad para su extinción.
He aprendido a despedirme,
lo único que temo,
es que un día me rodeen solo monstruos.

Josué R. Álvarez